jueves, 12 de abril de 2012


Hoy hace siete años que pasó “lo que pasó”. Aún me cuesta decir que mi madre falleció. Es porque siempre estaba llena de vida y era una persona maravillosa. Eso lo puede decir cualquiera que pudo estar a su lado.

Con el paso de los años he aprendido a mirar al pasado sin sentir pena por lo que perdí y que jamás podré revivir.

Da igual cuántos años pasen. Siempre la tendré muy presente en mi memoria. Pero no como hacía antaño: con tristeza, nostalgia y con pena; sino como creo que ella siempre quiso que se la recordara: feliz y llena de vida. No hay día en que no la recuerde, y mentiría si dijera que jamás me he imaginado cómo hubiera sido mi vida si ese día no llegara a pasar. Seguramente no sería la misma que está escribiendo esto. Es posible que tuviera mi carnet de conducir, que haya pisado la universidad y que, posiblemente, haya podido estudiar mejor el inglés y no hubiera tenido tantas presiones, y, sobre todo, habría estado a mi lado.

Sin embargo, también pienso en lo que no habría experimentado si estuviera viva: el esfuerzo que hay que hacer para levantarse una vez que se cae muy hondo; la satisfacción que invade a una cuando consigue lo que se propone pese a las adversidades; y la fuerza y el afán de superación por alcanzar lo que puede parecer inalcanzable. Eso sin contar que, con hechos así, es cuando puedes ver quiénes son tus amigos de verdad y quiénes no lo son; quiénes quieren que estés bien y se alegran cuando ves que vas superando todos los obstáculos y quiénes dicen cosas sólo para intentar quedar bien.

Es verdad que hay que exprimir cada momento feliz, porque nunca sabes cuándo van a acabar siendo recuerdos un tanto dolorosos, pero tampoco es bueno vivir así, porque la angustia se apodera de tu alma y, al final, acabas por no disfrutar de esos momentos. No es bueno olvidar esos días en los que te alegras por tomar unas cañas con tus amigos, pero tampoco es bueno estar con ellos cada hora porque entonces no serán felices del todo. Simplemente vívelos y alégrate por haber tenido el privilegio de haberlos vivido en compañía de gente que te quería y te apreciaba. No sientas pena y deja que esa felicidad tan simple te llene por completo.

Tampoco permitas vivir en el pasado. Pasa página, conoce a otra gente, vive tu vida y mira las cosas desde otro ángulo. No olvides tu pasado, pero piensa que el pasado es eso mismo, pasado. No vivirás el presente si tu cabeza sigue anclada en el pasado.

Puede parecer muy fácil decirlo, porque más difícil es llevarlo a la práctica. Sobre todo cuando todo ha cambiado drásticamente y no sabes qué rumbo tomar. Muchos ya sabéis que he pensado, dicho y hecho muchas cosas que, actualmente, no me siento orgullosa. E incluso a unos pocos os admití que tenía un problema y otros muy poquitos también sabéis que estaba mirando clínicas para ir al psicólogo. Estuve en shock mucho tiempo; con una carga muy grande sobre los hombros, una carga que no me correspondía; renuncié a muchas cosas (como salir por ahí con mis amigos) y tuve que crecer muy rápidamente, ejerciendo roles que me costaron asumir; con pesadillas que me impidieron dormir bien durante mucho tiempo; y, para más inri, sabiendo que no era la única que estaba sufriendo por la pérdida. Tuve que demostrar que era fuerte por ser la mayor. Creo que eso fue lo que más me dolió. El hecho de tener presente que no podía mostrar en mi propia casa cómo estaba realmente porque “había otros que lo estaban pasando mal” me dejó completamente hundida. Tuve que cargar con culpas que no eran mías, solo por el mero hecho de estar en el peor lugar en el peor momento, solo por haber sostenido a mi madre mientras se moría. Por culpa de esas cargas, estuve bastante tiempo pensando que se murió porque no pude hacer nada para evitarlo. Con esto no busco ni compasión ni nada por el estilo. Con los años aprendí que era algo que simplemente pasó y que tuve la suerte de estar ahí (al principio pensaba que era mala suerte, por haber presenciado todo lo que vi, pero últimamente estuve pensando que tampoco fue tan mala suerte, ya que tuve la oportunidad de vivir con ella sus últimos momentos felices y vi por última vez su sonrisa el mismo día que, tal y como dije hace tiempo, “la rosa más bella del jardín se marchitaba”).

Ha sido un camino doloroso, pero he de confesar que no me arrepiento de haberlo andado. He aprendido a ser fuerte, a superar los problemas, a vivir cada momento, a apreciar aún más a las personas que quieren formar parte en mi vida y, sobre todo, a alabar a todos los que me han aportado un poquito de ayuda para poder caminar este sendero que ha dejado cicatrices.

Nunca sabré cómo se sentiría mi madre si viera en qué persona me he convertido, pero quiero pensar que estaría orgullosa. Pero lo que realmente me importa es que comparo la yo que era antes con la yo actual y, aunque el cambio ha sido enorme, creo que hice lo correcto. Por lo menos tengo la conciencia tranquila y he conseguido rehacer mi vida: tengo mi propia casa, un trabajo, salud y mi propia familia (aunque haya más animales que personas, pero bueno, eso me da igual).

Y, aunque no esté presente, sé que ella también ha aportado su grano de arena para que consiguiera llegar hasta donde estoy ahora. Sus palabras, su sabiduría y su filosofía de la vida me han guiado desde bien pequeña. 

La última foto que nos hicimos las dos juntas

Es triste que no esté, pero gracias a su ausencia y a sus enseñanzas, me he convertido en lo que soy y, aunque hay algunas cosas de mí que debo pulir, estoy bastante orgullosa de cómo soy, de cómo he afrontado la situación y de mi visión de la vida. He aprendido cosas que no podría haber asimilado de otra manera y que me han fortalecido.

Y todo ha sido gracias a aquellas personas que, en su momento, estuvieron ahí para apoyarme y que me escucharon simplemente porque querían hacerlo; no porque se sintieran obligados ni nada por el estilo, sino porque querían que me sintiera más desahogada y mejor conmigo misma. Y, sobre todo, por la educación que recibí, por las palabras que solo una gran amiga podía haber dicho en un momento de adversidad. 

Muchas gracias por todo, mami.
Categories:

3 comentarios :

Unknown dijo...

No tenía ni idea, a mi me pasó algo parecido, pero con mi padre.

Y sabes que, si tu quieres, estoy para algo más que unas cañas y rol, y completamente disponible en Twitter, 3DS y móvil ;)

(/ >3<)/

PD: ¡No has cambiado nada desde la foto, jodía!¡La eterna loli! Moé >3<

Zollber dijo...

Joer que emotivo... Uno no sabe que decir después de leer todo eso salvo que muchas felicidades por tu esfuerzo y que espero que siga dando frutos porque te lo mereces.

PD: Es verdad que sigues igual jodía, con lo mal que envejecemos otros...

IsiL dijo...

Malditos seáis los dos XD. Antes era un puto espárrago, solo que más bajito XD. Ahora tengo la cara más redondita y todo porque Axiarel me ceba a comida jajaja.

@Ransil: Y dale con lo de moe y loli.... que no lo soy hostia ya >o<

@Zollber: Bah, no pasa nada. Es normal que no sepas qué decir y, si te soy sincera, me alegro mucho que no lo sepas, porque solo alguien que haya pasado por lo mismo podría decir algo más o menos confortable y creíble, así que me alegro mucho :).

P.D. para los dos: Muchísimas gracias por haber leído :3